Aspectos como la climatología, la orografía
y la disponibilidad de suelo, son aspectos fundamentales a tener en
cuenta en la regeneración natural de la cubierta vegetal.
La regeneración natural puede producirse,
tanto en el caso del matorral como del arbolado, ya que las plantas tienen
mecanismos y estrategias para regenerarse por sí mismas.
No obstante, no hay que olvidar que el incendio
provoca una pérdida del potencial biológico necesario para la
regeneración. Esto se traduce en una prolongación de los tiempos, es decir,
hace que la regeneración natural sea más lenta.
Otro aspecto importante, es que durante todo ese
intervalo temporal, el suelo se queda “desnudo” durante demasiado
tiempo, quedando expuesto a la más grave de las agresiones, la escorrentía
y la erosión post-incendio.
Por otro lado, el incendio produce una pérdida o
merma de la diversidad biológica, por lo que la “nueva” cubierta
vegetal que se va instalando no será igual a la quemada.
La regeneración de los matorrales se suele
producir en tres etapas:
1º Durante los 3 primeros meses: se
caracteriza por un porcentaje elevado de suelo desnudo, una fina capa de
cenizas, inicio de regeneración de especies preexistentes que poseen
sistemas de supervivencia y la instalación de especies “oportunistas”,
procedentes de áreas cercanas. La cubierta vegetal alcanza un 25%, quedando
al desnudo un 75%, expuesto a las inclemencias y agresiones ambientales.
2º De los 3 meses a los 3 años: predominan
las herbáceas invasoras y las especies leñosas pirófitas, que
poco a poco van desplazando a las primeras. Aumenta la cobertura del suelo y la
carga de biomasa. A los 3 años la cubierta vegetal puede llegar al 70%.
3º De los 3 a los 10 años: el matorral
leñoso se hace predominante. A los 10 años, se puede llegar a contar con
una cobertura vegetal del 98%.
La biomasa irá aumentando conforme vaya
aumentando el porcentaje de cobertura vegetal.
En cuanto al arbolado, por ejemplo, el pinar,
muy predominante en el arco mediterráneo, tiene características pirófitas, con
una combustibilidad muy alta, lo que favorece la propagación del
fuego e incrementa su intensidad. La mayoría de pinos no rebrotan después
del incendio, ya que solo pueden reproducirse por semillas. Después del
incendio las piñas se abren lentamente y liberan las semillas aladas que
acaban posándose en el suelo, donde se iniciará un largo y difícil proceso para
la regeneración natural. El pino canario es uno de los pocos que es rebrotador.
Hay bastante controversia sobre la retirada de los
restos del incendio. Si se dejan los troncos quemados o con combustión
semicompleta, pueden aparecer enfermedades; también, pueden suponer un
obstáculo para los servicios de extinción en futuros incendios; es necesaria la
retirada en el caso de que se pretenda repoblar la zona con nuevas
plantaciones. Por otro lado, los “obstáculos” (troncos, ramas, etc.) en
superficie, ayudarán a frenar la escorrentía y a proteger el suelo de la
erosión, lo que puede contribuir a la regeneración natural.
En cualquier caso, se debe evitar hacer más daño del
que ya ha producido el propio incendio. Así pues, considerar si es conveniente
el tránsito de maquinaria, remoción del suelo, retirada de madera
muerta, etc., sobre todo porque interesa no perder la capa de cenizas.
La regeneración natural en nuestra provincia es muy
lenta, sobre todo por los factores ambientales, la orografía y la reincidencia
(recurrencia) de las áreas
afectadas.
Sobre la repoblación o reforestación,
conviene estudiar cada caso y realizar un estudio pormenorizado de la zona a
tratar. En los últimos años, imagino que, condicionado por la falta de partidas
presupuestarias, no se observan muchas inversiones ni obras forestales en ese
sentido.