jueves, 30 de enero de 2020

REGENERACIÓN DE LA VEGETACIÓN POST-INCENDIO: Breve introducción general.

Jaime Senabre. Director de SINIF.

Aspectos como la climatología, la orografía y la disponibilidad de suelo, son aspectos fundamentales a tener en cuenta en la regeneración natural de la cubierta vegetal.

La regeneración natural puede producirse, tanto en el caso del matorral como del arbolado, ya que las plantas tienen mecanismos y estrategias para regenerarse por sí mismas.

No obstante, no hay que olvidar que el incendio provoca una pérdida del potencial biológico necesario para la regeneración. Esto se traduce en una prolongación de los tiempos, es decir, hace que la regeneración natural sea más lenta.

Otro aspecto importante, es que durante todo ese intervalo temporal, el suelo se queda “desnudo” durante demasiado tiempo, quedando expuesto a la más grave de las agresiones, la escorrentía y la erosión post-incendio.

Por otro lado, el incendio produce una pérdida o merma de la diversidad biológica, por lo que la “nueva” cubierta vegetal que se va instalando no será igual a la quemada.

La regeneración de los matorrales se suele producir en tres etapas:

Durante los 3 primeros meses: se caracteriza por un porcentaje elevado de suelo desnudo, una fina capa de cenizas, inicio de regeneración de especies preexistentes que poseen sistemas de supervivencia y la instalación de especies “oportunistas”, procedentes de áreas cercanas. La cubierta vegetal alcanza un 25%, quedando al desnudo un 75%, expuesto a las inclemencias y agresiones ambientales.

De los 3 meses a los 3 años: predominan las herbáceas invasoras y las especies leñosas pirófitas, que poco a poco van desplazando a las primeras. Aumenta la cobertura del suelo y la carga de biomasa. A los 3 años la cubierta vegetal puede llegar al 70%.

De los 3 a los 10 años: el matorral leñoso se hace predominante. A los 10 años, se puede llegar a contar con una cobertura vegetal del 98%.

La biomasa irá aumentando conforme vaya aumentando el porcentaje de cobertura vegetal.

En cuanto al arbolado, por ejemplo, el pinar, muy predominante en el arco mediterráneo, tiene características pirófitas, con una combustibilidad muy alta, lo que favorece la propagación del fuego e incrementa su intensidad. La mayoría de pinos no rebrotan después del incendio, ya que solo pueden reproducirse por semillas. Después del incendio las piñas se abren lentamente y liberan las semillas aladas que acaban posándose en el suelo, donde se iniciará un largo y difícil proceso para la regeneración natural. El pino canario es uno de los pocos que es rebrotador.

Hay bastante controversia sobre la retirada de los restos del incendio. Si se dejan los troncos quemados o con combustión semicompleta, pueden aparecer enfermedades; también, pueden suponer un obstáculo para los servicios de extinción en futuros incendios; es necesaria la retirada en el caso de que se pretenda repoblar la zona con nuevas plantaciones. Por otro lado, los “obstáculos” (troncos, ramas, etc.) en superficie, ayudarán a frenar la escorrentía y a proteger el suelo de la erosión, lo que puede contribuir a la regeneración natural.

En cualquier caso, se debe evitar hacer más daño del que ya ha producido el propio incendio. Así pues, considerar si es conveniente el tránsito de maquinaria, remoción del suelo, retirada de madera muerta, etc., sobre todo porque interesa no perder la capa de cenizas.

La regeneración natural en nuestra provincia es muy lenta, sobre todo por los factores ambientales, la orografía y la reincidencia (recurrencia) de las áreas afectadas.

Sobre la repoblación o reforestación, conviene estudiar cada caso y realizar un estudio pormenorizado de la zona a tratar. En los últimos años, imagino que, condicionado por la falta de partidas presupuestarias, no se observan muchas inversiones ni obras forestales en ese sentido.